Vueltas

Y de repente me veo escribiendo otra vez. Otra vez. Pero distinta. ¿Vueltas? Sí. Vueltas del cuerpo que no fluye, que se frena, que se tensa.

Vueltas de la nueva excusa que tiene mi mente para justificar el maldito dolor de piernas: una tal polineuropatía.

Vueltas que no pedí, vueltas que marean. Vueltas que cansan. Vueltas que activan el modo lucha. Lucha, sí.

Lucha diaria. Desactivar la rigidez y dar espacio a la fluidez. Lucha diaria. Hechar a las nubes y dar espacio al sol. Lucha diaria. Papeles por aquí y papeles por allá. Lucha diaria. Derechos.

¿Vueltas? No. Siempre igual. En éste nuestro querido y privilegiado primer mundo, derechos equivale a lucha.

¿Vueltas? No. Nada nuevo.

He tenido la cabeza gestionando la no-novedad. Ocupada.

Y sin embargo, en medio de estas vueltas, mi cuerpo me enseña otra cosa. Me enseña que cada giro es también un intento de equilibrio, que cada tropiezo es un ensayo de fuerza, que cada vuelta trae un aprendizaje.

Y de repente, me doy cuenta. Me doy cuenta que todo empieza a coger forma, a tener sentido, que tengo la cabeza ocupada y el corazón lleno, que mi voz se pronuncia y mis oídos me escuchan.

Mi corazón sana.

Y mi cuerpo tiene menos miedo de quererse, aunque duela. Tanto tiempo dando, tanto tiempo mostrando, tanto tiempo explicando,

De repente, me doy cuenta que es hora. Es hora de recibir. Y seguimos. Vueltas, vueltas y más vueltas.